Tras la muerte de su padre, Aída y sus dos hijos regresan a su barrio de toda la vida. Ha heredado su vivienda, algo que le enfrenta a su madre quien, además, cree que la ingresará en una residencia. Eugenia no puede soportar que su marido le haya dejado la casa a Aída en herencia y, mucho menos, tener que compartir piso con su hija y sus nietos. Para colmo de sus males, descubre en casa un folleto de una residencia de la tercera edad y sospecha que Aída quiere echarla de la vivienda y llevarla a una residencia.