El 31 de enero de 2000, el tornillo del estabilizador horizontal del vuelo 261 de Alaska Airlines se atascó en posición de descenso, haciendo que el avión cayera en picada. Los pilotos intentaron recuperar el control, pero el avión perdió el control y cayó invertido al mar, matando a 88 personas. La falla del estabilizador se debió a que la aerolínea aumentó los periodos de mantenimiento, haciendo que el estabilizador no tenga suficiente lubricación, llevando a su rotura.