El 1 de junio de 2009, el vuelo 447 de Air France entró en pérdida a gran altitud mientras volaba a través de una tormenta eléctrica y se estrelló en el océano Atlántico, matando a las 228 personas a bordo. El accidente se debió a lecturas incorrectas de la velocidad del aire debido al congelamiento de los tubos de pitot y a la reacción inapropiada de la tripulación.